Represión en la universidad: a 50 años de los bastones largos

El 29 de julio de 1966, el gobierno militar de Onganía y la autoproclamada “Revolución Argentina” promulgaba el decreto ley 16.912. A partir del mismo se intervienen las universidades, se prohíbe su autonomía y el cogobierno universitario. Además de ello, se prohibía el ejercicio de actividades políticas de los centros de estudiantes y también las reuniones y mítines en el seno de las universidades.



Resistencia y represión en la noche del 29 de Julio

Durante la tarde, llegaría un pronunciamiento de la mayoría del Consejo Superior de la Universidad de Buenos Aires. En el mismo se plantea la defensa de la autonomía universitaria y también la necesidad del restablecimiento de la democracia.
Luego de este comunicado, cientos de estudiantes y docentes tomarán cinco facultades: Ciencias Exactas, Arquitectura, Medicina, Ingeniería y Filosofía y letras. De esta forma el repudio a la intervención de las universidades se expresaba tomando las facultades, aunque de forma pacífica, ya que si bien en facultades como ciencias exactas se abrió el debate sobre si pasar abiertamente a una defensa activa, las posiciones que ganaron fueron que ello no era posible por la escasez de medios para resistir una inminente represión por la fuerza (1).
Juan Sebastián Califa plantea acerca de estos momentos: “La UBA se convertiría en el centro de la lucha contra la intervención en el país. La resistencia se materializaría en ocupaciones estudiantiles con diferente alcance. Medicina sería tomada por un pequeño grupo que tras ser advertido por el decano del inminente desalojo que llevarían a cabo las fuerzas policiales apostadas en la puerta de la facultad decidirían abandonar el edificio. En Ingeniería los estudiantes obstruirían el acceso a la casa de estudios y más tarde serían desalojados por la policía. En Filosofía y Letras unos 200 estudiantes serían sacados por la fuerza de la facultad por parte de las fuerzas del orden. Más violentamente serían tratados los 400 estudiantes que ocupaban la Facultad de Arquitectura” (2).
De esta forma se prepara la más cruda represión que ocurrirá durante esta noche. En el libro próximo del IPS-CEIP, Historia del movimiento obrero argentino desde sus orígenes hasta la Resistencia, leemos: “El general Fonseca mandó a cortar el tránsito en torno a toda la Manzana de las Luces, donde estaba ubicada la Facultad de Ciencias Exactas. Estudiantes y docentes salieron del edificio cantando el himno con los brazos en alto. La Guardia de Infantería no ahorró insultos, patadas, golpes de machetes y palazos. Al salir, los estudiantes debieron pasar por una doble fila de policías que golpeaban a docentes y estudiantes” (3).
La represión de ese día conllevará más de 400 detenidos. Luego de este hecho, en facultades como Ciencias Exactas, Filosofía y Letras y Arquitectura la renuncia de profesores será masiva, 1500 docentes continuarán sus carreras en el exterior. En facultades como Ciencias Exactas, de un total de 675 docentes renunciarán 330. Por eso mismo, estos hechos se darán a conocer como la primera gran “fuga de cerebros”, teniendo en cuenta la enorme cantidad de docentes que luego, continuarían sus carreras en el exterior.

Las razones de este ataque a la Universidad

Con la asunción del gobierno de Onganía se da un intento de redefinición de las relaciones de fuerza a nivel social, objetivo que la Revolución Libertadora y el derrocamiento del gobierno peronista no habían logrado llevar hasta el final. La resistencia obrera desatada frente al ataque a las conquistas -desde 1955 en adelante- generó una situación que Portantiero definirá como “empate hegemónico”. Ni el gobierno militar de Aramburu, ni los gobiernos de “democracia tutelada” de Frondizi e Illia lograrán resolver una relación de fuerzas plenamente favorable al capital imperialista, tal como la clase dominante y el imperialismo tenían planificado. La razón de ello estaba fundada en la organización del movimiento obrero, es decir, el surgimiento de una nueva generación obrera que se expresará en cientos de delegados y comisiones internas, en sus sabotajes a la industria, paros y movilizaciones, entre otras medidas de lucha.
En 1966 la dictadura de Onganía dio comienzo al intento más coherente de la burguesía de resolver esa crisis de hegemonía, aunque fracasará en el mediano plazo. La autodenominada “Revolución Argentina” será dirigida por el partido militar bajo una forma bonapartista logrando consolidar en un primer momento un apoyo del conjunto de los sectores dominantes, la burocracia sindical y el propio Perón que ordenó “desensillar hasta que aclare”.
Para desarrollar este plan político hasta el final, las universidades y particularmente, el movimiento estudiantil, debían ser cuestionados. Varios sectores dentro del partido militar y las clases dominantes comenzarán a hablar de las universidades como lugares de “amenaza comunista” e “infiltración izquierdista”.
El movimiento estudiantil, en 1955 había jugado un rol importante en la “alianza libertadora”. A partir de los ataques del peronismo a la universidad con la promulgación de la “Ley Guardo” y el quite de la autonomía universitaria, el movimiento estudiantil se colocará como abiertamente opositor al gobierno, aliado a las clases medias que serán partícipes activas del derrocamiento encabezado por el partido militar, la Iglesia y el capital imperialista.
Por ello mismo, desde un primer momento, en “agradecimiento” a los servicios prestados, la Revolución Libertadora restituirá la autonomía sobre la universidad. Sin embargo, desde un principio se generarán fricciones con otro partícipe esencial de la revolución libertadora, la Iglesia.
Esto se verá en el conflicto denominado “Laica o Libre” en 1958, donde la Iglesia jugará un rol hegemónico para promover una ley que habilite la educación privada en la educación superior, con apoyo militar y del gobierno de Arturo Frondizi.
Entre los meses de julio y septiembre, se evidenciaría en las calles la división de la alianza social y política que había impulsado el golpe del 55 y que se mantuvo latente hasta el año 58. El rechazo a la conformación de un área privatista y confesional en la enseñanza superior fue inmediato.
Esa será una de las primeras batallas donde el movimiento estudiantil entrará en fricción con el régimen político devenido de la Revolución Libertadora. Como expresa el libro Historia del movimiento obrero argentino desde sus orígenes hasta la Resistencia. “Esta defensa abrió un proceso de movilización en sectores medios que hasta el momento constituían la base social del régimen libertador, quebrando parte de la alianza social que sostenía al gobierno frondizista y un acercamiento a sectores obreros que venían resistiendo el ataque a conquistas obreras’’ (4).
Luego de ello, varios fenómenos políticos también producirán el corrimiento a izquierda de sectores estudiantiles. Entre ellos podemos encontrar esencialmente a la Revolución Cubana en 1959, la movilización masiva contra la invasión estadounidense en Santo Domingo en 1965, junto a la CGT, y las luchas presupuestarias que se presentarán también ese año.
Además de ello, las universidades habían desarrollado un cambio exponencial en relación a su rol social. Durante los años anteriores se habían establecido cambios en la Universidad de Buenos Aires, como la creación de nuevas carreras (Sociología, Psicología), se crea la editorial Eudeba, el CONICET y se empieza a construir la Ciudad Universitaria, que amplificaron la influencia social de la universidad y su peso institucional en el estado.
El proceso de intervención de las facultades que se dará durante el gobierno de Onganía no implicará “per se” una intención de reducir el peso objetivo de las universidades como instituciones de masas, sino ligarlas a íntimos lazos con la voluntad política de gobierno a partir de profundizar su carácter corporativo. Por eso mismo, el ataque se da hacia la autonomía universitaria, el cogobierno y la organización del movimiento estudiantil, pero a diferencia de la dictadura de 1976 no se verá reducido su presupuesto.

Onganía no logra disciplinar al movimiento estudiantil

Luego de “La Noche de los Bastones Largos” continuará el intento del gobierno militar de disciplinar al movimiento estudiantil. El 7 de septiembre de 1966, una movilización masiva en Córdoba, culminará con el asesinato del estudiante y trabajador de la IKA Renault, Santiago Pampillón.
El movimiento estudiantil pasa a organizarse clandestinamente. En lugares como Córdoba, por ejemplo, uno de sus espacios de reunión y asambleas empezará a ser la sede de la CGT de los Argentinos, donde comenzará a generar lazos de mucha mayor estrechez con el movimiento obrero.
Para 1969, el descontento social con el gobierno y su intento de subordinación con el capital imperialista será mucho mayor. Esto genera el pase hacia una oposición abierta de importantes sectores del movimiento obrero y también, en el interior, de sectores medios empobrecidos. Este pase hacia la oposición abierta del régimen se expresará de forma clara en irrupciones claves en el mes de mayo. El correntinazo y el Rosariazo serán gestas donde el movimiento estudiantil será un actor clave pero con gran apoyo obrero y popular.
Finalmente, el 29 de mayo se producirá el “Cordobazo”. La unidad obrero-estudiantil que marcará esta fecha será un emblema y una de las principales causas de la precipitada caída del gobierno de Onganía.
Esta semi-insurrección obrera y popular será la punta de lanza del futuro ascenso obrero en la argentina que marcará los años venideros.

Notas.
1. Raúl Carnota y Alejandro Montaberry, partícipes estudiantes de la noche de los Bastones largos plantean: “Aunque algunos proponían adoptar una resistencia activa, la mayoría decidió que ésta sería más bien simbólica, pues realmente no teníamos medios para resistir por la fuerza”
2. Juan Sebastián Califa, “Posiciones universitarias frente a la intervención de 1966”, Pag. 13.
3. Ed. IPS-CEIP, de próxima publicación.
4. Ed. IPS-CEIP, de próxima publicación.
Fuente: La Izquierda Diario

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