La inundación que no debemos olvidar

El 22 de noviembre de 2000, alrededor de las 18,30 y después de una torrencial lluvia el arroyo Cañada de Gómez desbordó como nunca antes. 

Sus aguas salieron con la mayor de las furias, arrasaron con todo lo que se cruzaba en su frente. Casas, negocios, calles, parques y las vidas de tres personas.
Su ira fue muy breve, pero lo suficiente para dejar marcada a una gran parte de la ciudad para el resto de sus días.
Los daños fueron millonarios, las soluciones que desde el gobierno municipal decidieron fueron escasas.
A raíz de un fuerte paro general en Capital Federal, llegó a la ciudad el presidente Fernando De la Rúa y todos sus ministros, es preciso recordar que Gerardo Morales era en esos días secretario de Desarrollo Social.
Tres millones de dólares llegaron al pueblo, el intendente Abate decide repartir en forma igual a cada uno de los damnificados.... Pero no sirvió de nada
A los pocos días la gente se quedó sin dinero y sin solución a ese gran temor que era el arroyo, que nuevamente podía desbordar o quizás no... El miedo había llegado para no irse.
Hoy, esa catástrofe se convirtió en esperanza. La actual intendente Dra. Stella M. Clérici consiguió el dinero para la construcción final de la presa retardadora y las obras aledañas. Fueron muchos años de gestiones, que se vieron reflejados en las lágrimas de Clérici al firmar el contrato con la empresa encargada de la obra.
Hoy a once años de la tragedia, mi recuerdo a las víctimas, mi abrazo a los damnificados y la esperanza de que nunca más vuelva a ocurrir un hecho así.

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